La actitud y el comportamiento de
los padres frente al proceso educativo de sus hijos están muy relacionados con
la manera como estos asumen sus responsabilidades, se relacionan con otros y
acogen de manera positiva la autoridad. Es cierto que los niños necesitan el
cariño y apoyo incondicional de sus padres; el afecto y el amor son esenciales en su desarrollo. Pero muchas
veces en aras del amor que se tiene a
los hijos se les da más de lo que necesitan y se les exige menos de lo que
pueden dar.
Existe un alta probabilidad de que
una crianza de excesiva permisividad o sobreprotección lleve a que los niños
desarrollen actitudes caprichosas, egoístas
y centradas en su satisfacción personal. Cuando los niños y jóvenes no
tienen claros los límites tienden a
tener actitudes de inmadurez, poca tolerancia y baja resistencia a la
frustración. Se corre el riesgo
de que se conviertan en personas caóticas que chocan consigo mismos y con su
entorno social. Siempre estarán explorando hasta dónde pueden llegar y lo más
probable, es que sin ayuda no logren convertirse en adultos capaces y
responsables.
Permitir
que los hijos actúen siempre según su
parecer hace que les
cueste mucho trabajo ponerse en el lugar de los demás y muy probablemente tendrán mayores dificultades más adelante
para trabajar siguiendo reglas o para enfrentar situaciones incomodas para
ellos. Mantener esta forma de crianza puede llevar a que en el futuro
los jóvenes desarrollen comportamientos agresivos, irresponsables y
transgresivos. Esto afecta de manera directa diferentes
campos de su vida como la relación con su familia, los amigos y su desempeño en el colegio. En este último
aspecto por ejemplo, la baja capacidad para sortear con éxito los obstáculos y
el poco reconocimiento de las obligaciones con otros pueden hacer más difícil
su proceso de aprendizaje.
Los padres pueden permitir a sus
hijos tomar decisiones y dejarlos experimentar en ciertas circunstancias para
que aprendan por sí mismos, a partir de sus propios errores. Sin embargo, eso
es diferente a satisfacer todos los caprichos de los niños, dándoles opciones
ilimitadas porque desean que ellos no tengan sus mismas carencias o porque
creen que deben darle gusto en todo como una muestra de afecto. La indulgencia
y las complacencias excesivas, así como el cambio permanentemente en las reglas
y las sanciones acordadas, transmiten la idea de que es poco importante el cumplimiento de los deberes, de
los compromisos o de la consecución de metas.
Artìculo tomado de:
http://www.inteligenciafamiliar.com/articulo.php?articulo=129& contenido=9
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